PAUL VALERY -A propósito de "El cementerio marino"

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PAUL VALERY (Francia,1871-1945)

 

 A PROPOSITO DE EL CEMENTERIO MARINO

 

“NO sé si aún está de moda elaborar largamente los poemas, tenerlos entre el ser y el no- ser, suspensos ante el deseo durante años; cultivar la duda, el crepúsculo, el arrepentirse –tal como una obra siempre reemprendida y refundida que toma poco a poco, la importancia secreta de una empresa de reforma propia.

Esta manera de producir poco no era rara, hace cuarenta años, entre los poetas y entre algunas prosistas, para ellos el tiempo no contaba; lo cual es muy divino, Ni el Ídolo de Lo Bello, ni la superstición de la Eternidad literaria estaban en ruinas entonces; y la creencia en la Posteridad no estaba abolida del todo. Existía una especie de Ética de la forma que conducía al trabajo infinito. Los que a éste se consagraban bien sabían que mientras más grande es el trabajo, es menor el número de personas que lo conciben y lo aprecian; trabajan por muy poco, y como santamente…

 Con esto se aleja uno de las condiciones “naturales” o ingenuas de la Literatura, y se llega insensiblemente a confundir la composición de una obra del espíritu, que es cosa terminada, con la vida del espíritu mismo –el cual es una potencia de transformación siempre en acto-. Se llega al trabajo por el trabajo. A los ojos de estos amantes de inquietud y de perfección una obra nunca está acabada –palabra que para ellos no tiene sentido alguno-sino abandonada; y este abandono, que la entrega a las llamas o al público ( sea ello efecto de la indolencia o de la obligación de entregarla), les es una especie de accidente, comparable a la interrupción de una reflexión, que la fatiga, el fastidio o alguna sensación vuelven nula.

 Contraje este mal, este gusto perverso del reemprender indefinido, y esta complacencia por el estado reversible de las obras, en la edad crítica en que se forma y fija el hombre intelectual. Volví a encontrarlo con toda su fuerza, cuando hacia los cincuenta, las circunstancias hicieron que me pusiera de nuevo a componer. Así pues, he vivido mucho con mis poemas. Durante cerca de diez años han sido para mí una ocupación de duración indeterminada; una busca, más que una entrega; una maniobra de mí mismo por mí mismo, más bien que una preparación con miras al público. Me parece que me han enseñado más de una cosa, .

No aconsejo, sin embargo, que se adopte este sistema: no poseo calidad ninguna para dar a quienquiera que sea el menor consejo, y, por otra parte, dudo que convenga a los jóvenes de una época apremiante, confusa y sin perspectiva. Estamos en un banco de bruma…

 Si hablé de esta larga intimidad de alguna obra y de un “yo”, sólo fue para dar una idea de la sensación extrañísima que experimenté, una mañana, en la Sorbona, escuchando al señor Gustave Cohen desarrollando ex-cátedra una explicación de El cementerio marino”

 

Entre esta diversidad de sensaciones y de reflexiones que componían para mí esta hora de la Sorbona, la dominante era precisamente la sensación del contraste entre el recuerdo de mi trabajo, que se reavivaba, y la figura terminada, la obra determinada y parada a la cual se aplicaban la exégesis y el análisis del señor Gustave Cohen. Eso era resentir cómo nuestro ser se opone a nuestro parecer. Por una parte, mi poema estudiado como un hecho consumado, revelando al examen del experto su composición, sus intenciones, sus medios de acción, su situación en el sistema de la historia literaria, sus ligas, y el estado probable de espíritu de su autor…Por otra parte, la memoria de mis ensayos, de mis tanteos, de los desciframientos interiores, de aquellas iluminaciones verbales imperiosísimas que imponen de repente una cierta combinación de palabras –como si tal grupo poseyese yo no sé qué fuerza intrínseca…iba a decir: yo no sé qué voluntad de existencia, enteramente opuesta a la “libertad” o al caos del espíritu, y que puede a veces constreñir el espíritu a desviarse de su propósito, y el poema a ser otro totalmente distinto del que iba a ser, como no se soñaba que debiese ser.

 (Se ve por esto que la noción de Autor no es sencilla: solamente lo es con respecto a terceros)”

                                                               PAUL VALERY

                                                                                      CONTINUA

 Versión de Miguel Rodríguez Puga

  (De “El cementerio MARINO”, Paul Valery, Editorial Leviatán,

Colección Poesía Mayor, Bs.As.,1997)

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