Olga Orozco.Alrededor de la creación poética

Publicado en por Amalia Mercedes Abaria

Olga OROZCO

Alrededor de la creación poética

 (De Páginas de Olga Orozco, 1984)

Primera parte

La poesía puede presentarse al lector bajo la apariencia de muchas encarnaciones diferentes, combinadas, antagónicas, simultáneas o totalmente aisladas. De acuerdo con las épocas, los géneros, las tendencias, puede ser , por ejemplo, una dama oprimida por la armadura de rígidos preceptos, una bailarina de caja de música que repite su giro gracioso y restringido, una pitonisa que recibe el dictado del oráculo y descifra las señales del porvenir, una reina de las nieves con su regazo colmado de cristales casi algebraicos, una criatura alucinada con la cabeza sumergida en una nube de insectos zumbadores, una señora que riega las humildes plantas de un reducido jardín, una heroína que canta en medio de la hoguera, un pájaro que huye, una boca cerrada.

¿Cuál es la imagen verdadera de este inagotable caleidoscopio? La más libre, la más trascendente sin retóricas, la no convencional, la que está entretejida con la sustancia mismo de la vida llevada hasta sus últimas consecuencias. Es decir, la que no hace nacer fantasmas sonoros o conceptuales para encerrarlos en las palabras, sino que hace estallar aún los fantasmas que las palabras encierran en sí mismas.

Recorrer la trayectoria de la poesía desde la formulación del encantamiento y su consecuente palabra de poder, hasta la época actual, es un camino en doble espiral, tan largo como la génesis del lenguaje y tan tortuoso como la historia del hombre. Analizar el lenguaje de la poesía en sus sonidos y en su resonancias es atrapar a un coleóptero, a un ángel, a un dios en estado natural y salvaje y someterlo a injertos y disecciones, hasta lograr un cadáver amorfo. Los poetas conviven con las palabras. Sí, las nutren, las mastican, las aplastan, las pulverizan; combaten por saber quién, o pactan con ellas, o tienen una relación semejante a la de los amantes.

La poesía es un organismo vivo, rebelde, en permanente revolución, en permanente metamorfosis. Pero los fonemas, los antónimos, las aféresis, las paragoges, las aliteraciones, las arritmias, los yámbicos, al igual que ciertas ideas fijas, son los parásitos de las palabras; producen enfermedades incurables, vicios rutinarios, vejeces prematuras que conducen a las academias de la prosodia, a los hospitales de la semántica y al panteón de la etimología.

Condensando todos los itsmos que unen y separan, como los verdaderos istmos, reuniendo en un solo cuerpo las palabras que nacen, crecen, mueren y renacen, sólo puedo decir que más allá de cualquier posible discrepancia de acción y de fe, la poesía es un acto de fe, una crítica de la vida, un cuestionamiento de la realidad, una respuesta frente a la carencia del hombre en el mundo, una tentativa por aunar las fuerzas que se oponen en este universo regido por la distancia y por el tiempo, un intento supremo y desesperado de verdad y rescate en la perduración.

Ignoro cuál sería el porvenir de la poesía en un mundo regido por una técnica impensable o por una imposible perfección. Silencio, canto de alabanza colectivo, escalofriante mecánica que se genera a sí mismo, tal vez, y digo tal vez, porque no puedo dejar de creer que la poesía no sea infinita probabilidad. Pero no puedo pensar en un mundo perfecto, sin muertes, sin restricciones, sin tú y yo.

Mientras tanto, aquí y ahora, el poeta elige su expresión. Elige la palabra como un elemento de conversión simbólica de este universo imperfecto. La idea de que el nombre y la esencia se corresponden, de que el nombre no sólo designa sino que es el ser mismo y que contiene dentro de sí la fuerza del ser, es el punto de partida, de la creación del mundo y de la creación poética.

 

(Publicado en “Relámpagos de lo invisible”, Olga Orozco, Antología, Fondo de Cultura Económica, Bs.As.,1988)

 

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